Marco Aurélio Gomes Veado
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March 31, 2025
La relación entre la desigualdad socioeconómica y la salud cerebral tiene implicaciones preocupantes en las comunidades desfavorecidas. Los bajos ingresos afectan la calidad de vida en general, influyendo en las funciones cognitivas, ya que el cerebro envejece prematuramente. A continuación, descubra cuatro factores que contribuyen a esta pérdida, que puede ser irreversible.
La población que reside en comunidades donde la desigualdad socioeconómica está presente convive con una sensación de inseguridad permanente por varias razones.
La dificultad económica constante, unida a la inseguridad laboral y otros factores, aumenta el nivel de estrés, que puede volverse crónico y reflejarse en la salud cerebral.
Esta condición debilita la inmunidad cerebral y aumenta las probabilidades de desarrollar enfermedades cognitivas.
La desigualdad socioeconómica de un individuo puede también reducir su frecuencia de visitas a centros de salud, los cuales no siempre cuentan con una infraestructura adecuada.
La compra de medicamentos costosos, que no siempre son distribuidos gratuitamente por el Gobierno, también puede empeorar su estado clínico si ya padece enfermedades cognitivas o aumentar el riesgo de desarrollarlas precozmente debido al estrés constante.
Este panorama desalentador, a veces sin solución, va minando la salud mental de la persona, empeorando tanto su condición actual como la futura.
Otro problema grave es la falta de tratamiento psicológico o psiquiátrico, así como la ausencia de espacios de asesoramiento o terapia para todas las edades. Y el problema sigue creciendo.
La educación de baja calidad en zonas donde la desigualdad socioeconómica es alta contribuye al deterioro de la salud cerebral, ya que disminuye la reserva cognitiva desde la infancia.
Desde pequeños, los niños se ven limitados por la deficiencia educativa, lo que afecta su desarrollo mental y tiene consecuencias en el futuro.
Un aprendizaje deficiente a lo largo de la vida reduce el compromiso intelectual, afectando y limitando el potencial cognitivo.
Esta condición se vuelve crónica y, evidentemente, facilita el avance de la demencia temprana.
La falta de recursos financieros en comunidades con alta desigualdad socioeconómica suele restringir el acceso a alimentos nutritivos.
Con pocas excepciones, estas personas viven en condiciones de baja higiene debido a un saneamiento deficiente. La exposición constante a la contaminación y a toxinas también está vinculada con el deterioro cognitivo y un envejecimiento más rápido.
En resumen, una dieta inadecuada, mejor higiene local y espacios para la actividad física son cruciales para reducir la inflamación, promover la neuroplasticidad y, por lo tanto, retrasar o prevenir cualquier enfermedad cognitiva, además de aportar otros beneficios físicos y mentales.
Cuando las autoridades reconozcan la realidad que afecta a las comunidades más pobres y comprendan la relación entre desigualdad socioeconómica y envejecimiento cerebral prematuro, podrán asumir una mayor responsabilidad y compromiso para crear políticas públicas eficientes que fomenten un envejecimiento saludable y equitativo en estas comunidades.
La creación de institutos, tanto públicos como privados, es fundamental para ofrecer apoyo a la población vulnerable que, debido a la falta de recursos, no puede acceder a servicios de salud de calidad.
Esta carencia los hace más propensos al agravamiento de sus problemas cognitivos, ya sean existentes o potenciales.
En síntesis, estas desigualdades requieren un enfoque multilateral que incluya mejorar el acceso a la salud, fomentar oportunidades educativas y crear entornos seguros y saludables.
Abordar y eliminar las causas de la desigualdad ayuda a garantizar un futuro cognitivo más saludable para todos, reduciendo el riesgo de demencia relacionada con el envejecimiento prematuro.
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